COMARCA / Juanjo Sánchez, Coffee with Juanjo.- Es el director fundador de la Orquesta Sinfónica de Algeciras ‘Amigos de la Música’, integrada por músicos veteranos y por estudiantes del Conservatorio Profesional de Música ‘Paco de Lucía’, de la Escuela Municipal de Música y demás academias de la ciudad. Para nosotros, Juan Carlos Ocaña Muñoz es un soñador con música en el alma.

¿Quién se considera ser Juan Carlos Ocaña?

–Ante todo un algecireño, después un campogibraltareño, un andaluz con parte de su corazón en Barcelona y, por supuesto, un español. Una persona con ascendencia italiana y alemana aunque no lo entiendo cuando mi apellido es Ocaña. Soy hijo de dos personas con una sobresaliente capacidad de esfuerzo y superación; hermano mayor orgulloso y nieto seducido por unos abuelos con un pasado a veces amargo y agradable en otros momentos.

A grandes rasgos y con el corazón en la mano, define a tu madre.

–Sobresaliente. Después de que nosotros, mi hermano y yo, conseguimos finalizar los estudios universitarios, mi madre nos dio una lección de superación, esfuerzo, lucha, sacrificio, empuje: aprobó unas oposiciones que le llevaron a conseguir el puesto de trabajo que hoy día disfruta. Una anécdota curiosa y que le aporta mayor valor es que se preparó unas oposiciones en la categoría de motorista cuando ella no sabía conducir una motocicleta. Aún así supero su reto. Sobresaliente.

¿Dónde comenzaron tus inicios en la música?

–Entré en la música por casualidad, gracias a mi primo David. Hoy día la música es mi vida. Hay una anécdota muy graciosa y que me impidió entrar en la Banda Municipal la primera vez que opté a ello. Cuando ocurrió, o eso pienso yo, fue a causa de un mordisco. En un ensayo, en el Colegio Santa Teresa, Fernando, quien fuese el primer director que tuvo la Banda Municipal de Música, me hizo unas pruebas y le di un mordisco.

¡A ver…!

–En él entonces hacían algunas pruebas que sigo sin comprender. El caso es que yo, que tenía tantas ganas, cuando me acercó la mano para ver qué presión hacía yo con la boca, sin pretenderlo se me escapó un sonoro, doloroso y sangriento mordisco. Quizás por ello no me dejó formar parte de la Banda Municipal. ¿Quién sabe? Me dijo que tenía antes que aprender música.

¿Quién te redimió el pecado?

–A posteriori, después de haber pasado por el Conservatorio, conseguí entrar en la Banda Municipal ‘Armando Herrero’ con Alfredo Ramos, el siguiente director que tuvo. Con él aprendí a amar la música. Pepe Blanco fue otro de esos bastones en mi carrera, fue quien me enseñó solfeo y Antonio Bross fue con quien aprendí flauta. Aquí en esta ciudad la gente siempre está de paso. Tuve profesores que iban y venían. La gente viene y se marcha, pero ellos siempre estuvieron y están ahí. Han sido pilares fundamentales en mi carrera de músico.

Alguien tan joven como tú, ¿qué valora cuando parece que la juventud esté algo perdida?

–Valoro bastante todo lo que tengo. Es mucho más que lo que mis abuelos tuvieron.

¿En qué momento te sientes con plenas facultades?

–En diciembre. De forma contradictoria es el mes de la luz a pesar de ser el mes con menos luz solar del año. Cuando menos luz hay, más luz nos ilumina. Y me refiero a la luz del espíritu. Los que se fueron dejaron su sello en cosas bonitas. No quiero perder esta tradición. Hay quienes solo piensan en la soledad de la ausencia de los seres queridos que se marcharon; hay quienes se engañan por los recuerdos de tristeza en vez de recordar, con alegrías, los buenos momentos que vivieron junto a esas personas.

¿Qué motiva a la persona de Juan Carlos?

–Yo me marco una ruta, un destino, el camino que tengo que tomar. Cuando supero etapas, a veces, no siempre, miro hacia atrás, sin detenerme, y me emociona ver que los pequeños pasos que he ido dando me han llevado a estar donde en ese momento me encuentro. Me motiva que un sueño por muy difícil que parezca se alcance.

La emoción es parte de tu ser. ¿Cuál es la mayor motivación, esa que más te empuja a continuar tu camino?

–Ver una persona mayor levantarse todos los días y seguir luchando por vivir.

¿Qué premio has vivido con mayor intensidad?

–Un libro de Peter Pan, con una dedicatoria de D. Ricardo Silva, director del Colegio Público General Castaño, de Algeciras. Una persona que fue un pilar indestructible de aquel pequeño niño Juan Carlos. Aún conservo aquel regalo como un tesoro. La niñez nunca hay que perderla. A veces nos perdemos en visiones de un adulto con la frialdad que un niño jamás haría. Por esa razón “nunca jamás”, como en el país de los sueños de Campanilla, se debe de olvidar ser niños. Quizás esté ahí el secreto de la felicidad o el lugar donde encontrar soluciones a los grandes conflictos que oscurecen la mente del adulto.

¿Algún error en tu vida?

–¡Por supuesto! Soy persona y tropiezo. Y aunque pienso que no soy más que nadie, sé que no soy menos. No es malo equivocarse, los errores sirven para aprender. El momento de dolor existe; sobre todo cuando las equivocaciones suceden. Pero cuando se cicatrizan las heridas, los fallos se ven con otro prisma y enriquecen las personas.

¿El más grande de tus vicios?

–Mi mayor defecto es que me dejo llevar por el corazón. En ciertas cosas hay que usar mucho más la cabeza.

–¿Virtudes?

–La mayor, la paciencia; la menor, aquella que me encantaría potenciar y trabajar aún más: la diplomacia.

¿Eres creyente de algo en concreto?

–Si la energía ni se crea ni se destruye… Por tanto, no puedo dejar de creer en algo superior a nuestra consciencia. Por supuesto que creo en algo más poderoso que no llegamos quizás a comprender. Nos transformamos. Quizás son sugestiones pero sé que quienes se han marchado de mi lado físicamente no lo han hecho en espíritu. Sé que en el fondo, tal vez por mi esperanza, quizás por mi fe, están ayudándome y me acompañarán en la continuidad de mi vida hasta que me una a ellos de nuevo.

¿Religioso o espiritual?

–Aunque soy cristiano apostólico romano, no comulgo con todas las tendencias de la Iglesia, ni con todas las Iglesias. A mí no me gusta la hipocresía que se ve en ellas. A veces, nos damos cuenta que hay personas muy fieles que van con asiduidad a la casa del Señor y luego en la calle se comportan con indiferencias y distancias al Evangelio de Cristo. No soy de ir mucho a la Iglesia. Como dice mi amigo Patricio, hay que llevar la Iglesia a la calle. Yo practico en la calle como lo haría el “Jefe”, Jesucristo. Si yo veo alguien necesitado, si puedo, le ayudo.

¿Una ilusión?

–No te la voy a decir.

¡Vaya!

–¡Bueno! Me dicen que estoy loco pero no puedo dejar de desear que Algeciras sea una capital. Que consigamos entre todos darle el lugar que se merece sería una gran alegría. La historia que nos precede, la cultura, los personajes públicos que están naciendo en este trocito de tierra son valores que aportan al resto de España diferencias. No puedo dejar de soñar con ello porque una tierra milenaria como es el Campo de Gibraltar, al servicio de una Andalucía verde esperanza y blanca inmaculada, ha sido a lo largo de la Historia parte del tributo que la cultura universal ha recibido gracias a su gente, a la gente de Andalucía a lo ancho y largo de la Historia.

¿Hay que perder un poco la cabeza para conseguir avanzar en una sociedad demente?

–Las grandes locuras y los grandes avances siempre han ido ligados a grandes gestas y a la gentileza de muchos locos que en las sociedades y sus respectivas épocas han surgido. Ojalá hubiesen tantos Quijotes con compromiso y con delicada responsabilidad por los demás; Quijotes que mirasen más a las personas, que no perdieran el norte y que mantuvieran los pies en la tierra estando cercanos a las personas.

El Quijote de la Mancha, ¿loco o sensato?

–Quijote era un caballero, no estaba loco. Quisieron volverlo loco. Los locos estaban entre el resto de personajes que la sociedad alimentaba.

(Fotos: Alberto Jiménez)