VEJER / Ángeles Castillo, Vanitatis.- Vejer es puro Cádiz. Blanco, blanquísimo, laberíntico, alegre, con jaleíllo, todos los bares, la justa artesanía y monumental. Perderse por sus calles ya es ganar. Y encontrarse con su castillo, atravesar sus magníficos arcos y sentarse en cualquiera de sus terracitas a ver la vida pasar, un triunfo. Es tan bonito que no lo puede ser más. ¡Ea! Además, está hermanado con Chef Chaouen, el pueblo marroquí que se dibuja en azul. Otro lujo.

Esto es Cádiz, un destino siempre glorioso, el Cádiz blanco que no llega hasta el mar pero casi (está a escasos 8 km.), porque luego veremos que Vejer de la Frontera, apellidado como Jerez y como Arcos (la frontera era la del Reino de Granada), tiene hasta su playa, por no hablar de las vecinas de Tarifa, Conil y Barbate, que nos vuelven locos (y no por el viento, que también). Pero a diferencia de estas, de la ciudad del viento sobre todo, o sea Tarifa, este ambiente no es tan surfero sino que se vuelve por instantes chic, extremadamente cuidado pero sin exagerar.

Si ves a una mujer cubierta con un manto negro que deja asomar solo un ojo, imponente si pasa sobre fondo blanco, es una cobijada. Las puedes encontrar también en monumentos y como nombre de un mirador o de una calle. Ni es Semana Santa ni Vejer se ha vuelto marroquí: el cobijado es el traje típico (Leer más)

(Foto: Chic Sleep in Vejer)