GRANADA.- Los Reyes Católicos, monarcas previsores como la mayoría, dictaron su última voluntad en cuanto acabó la guerra de Granada: querían que sus restos fueran enterrados en la ciudad que tanto les costó tomar.

En 1504, tras la muerte de Isabel de Castilla, se encargó la construcción de la capilla funeraria, que no estuvo lista hasta 1517. Los restos de la reina, mientras tanto, permanecieron en un sencillo enterramiento en el convento de San Francisco, en la Alhambra.

Tras la muerte en 1516 de su esposo, Fernando V, y el fin de la obra de la Capilla Real ambos fueron trasladados al enterramiento definitivo, junto a Felipe el Hermoso y Juana de Castilla, y Miguel de la Paz, el nieto.

El mausoleo de la Capilla Real, obra del florentino Domenico Fancelli, es un notable monumento fúnebre con las figuras yacentes de los monarcas, si bien los ataúdes con los restos reposan en una cripta situada varios metros bajo las esculturas de mármol.

El gran retablo mayor, las rejas de la capilla más los retablos restantes y las esculturas son elementos singulares de la misma.

Para conocer la Historia de España
Visitar a comienzos del siglo XXI la Capilla Real equivale no solo a explorar la Historia de España sino también a conocer los objetos originales que pertenecieron a los monarcas, sumergirse en la arquitectura renacentista, la escultura y la pintura del legado de la reina.

En el extraordinario museo de la capilla, además de la corona, se conservan el cetro, el espejo y el misal pintado en pergamino por Francisco de Flores en 1496.

Del legado de la reina procede la soberbia colección de tablas flamencas de la sacristía. Están representados Rogier Van der Weiden, Dieric Bouts, Hans Memling y otros autores anónimos. Del mismo testamento real procede igualmente la colección de pinturas españolas e italianas.

Dos de las piezas más sorprendentes del Quattrocento las firman Sandro Botticelli (1445-1510) y Pietro Perugino (1450-1523). También atesora pinturas de Pedro Machuca, Jacobo Florentino y ya en el Barroco obras de Alonso Cano y de José de Cieza. Todo un universo reunido en un solo y emblemático lugar.

(Texto y fotos: Turgranada)

 

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