TURISMO.- Entre mayo y junio sucede en Sierra Nevada un fenómeno contrario a las nevadas, pero no menos hipnótico: el deshielo, la cíclica fusión de la nieve y la aparición de decenas de arroyos y cascadas que van alimentando las lagunas, las charcas, los ríos y los humedales para devolver a la tierra lo que es suyo y recomenzar el proceso de la vida.

Este juego fascinante que conduce el agua hasta las 21 lagunas de origen glaciar de la Sierra está lleno de sorpresas sensuales, de colores, de irisaciones imposibles, de sonidos purísimos y de sorpresas que la humedad convierte en improvisaciones sobre un tema único: la regeneración, que hoy, bajo la amenaza del cambio climático, adquiere una importancia capital.

Nuestro viaje por el deshielo tiene que comenzar con una advertencia: no hay hora de salida ni de llegada. El cálculo, la duración, están sujetos siempre al capricho de la naturaleza, aunque gozan de la garantía de lo inevitable.

Dos rutas
Proponemos dos rutas. La primera es la contigua a la Laguna de las Yeguas, accesible por un sendero que parte de la Hoya de la Mora. Desde el radiotelescopio y con el Veleta a la izquierda, el viajero se irá aproximando a la laguna con la mole impresionante de los Tajos de la Virgen frente a él.

Dos horas de camino cuya dificultad dependerá del grado de licuación de la nieve. El autobús lanzadera comenzará a funcionar en cuanto la carretera del Veleta esté despejada. La gama de azules helados moteados por restos ocres de nieve produce una impresión irrepetible.

Desde la Laguna de las Yeguas, el objetivo siguiente son los más modestos Lagunillos de la Virgen, al pie de los Tajos. El juego de imágenes reflejadas en el agua con irisaciones turquesa es, por más que se describa, un espectáculo que alcanza su cumbre, nunca mejor dicho, en la intimidad sensorial donde surgen las grandes emociones.

La segunda zona para contemplar el deshielo es la de Los Lavaderos de la Reina, junto al Pico de Jérez. La ruta más usual parte de Güéjar Sierra y asciende por la Loma del río Maitena.

Tras diez kilómetros de ascenso a bordo de un todoterreno, empieza la excursión propiamente dicha, diez kilómetros por senderos con claras indicaciones pero que requieren una sólida experiencia y buena forma física. La recompensa es la gran cascada principal de Los Lavaderos y otras menores que llegan en caídas rapidísimas hasta la zona de los prados.

(Texto y foto: Turgranada)

 

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