TURISMO / ARTE / Artículo de Simón Blanco Algarín.- En los montes meridionales de Los Barrios, donde las sierras entran en contacto con los límites de la depresión de La Janda, se ubica el yacimiento rupestre del Montaraz. Un abrigo areniscoso descubierto en octubre de 2014 por quien firma este texto y que conserva una llamativa iconografía cósmica, en uno de los entornos de mayor valor paisajístico y cultural del sur de Cádiz.

Este yacimiento comparte territorio con otros abrigos representativos del Arte Sureño que fueron ubicándose en los alrededores de la formación rocosa más visible de los que hay en la depresión La Janda: la gran Laja del Aciscar.

Sobre esta laja, quebrada por el río homónimo, confluyen los términos municipales de Los Barrios, Tarifa y Medina Sidonia, territorios que concentran cualitativa y cuantitativamente el grueso del patrimonio gráfico del Arte Sureño.

 

Laja y arroyo del Aciscar.

 

El abrigo del Montaraz se encuentra en la intersección del arroyo del Aciscar con el extenso alineamiento montañoso de dirección SE-NW que se desarrolla a lo largo del borde sur de la antigua laguna de La Janda y del valle del río Almodóvar, ubicándose en una de las vías de comunicación entre la llanura jandeña y el interior de las sierras campogibraltareñas.

Se trata de un abrigo poco profundo en la actualidad y abierto a un largo pasillo formado por dos estratos verticalizados muy meteorizados que están ordenados paralelamente a este gran alineamiento montañoso de carácter flyschoide, configurando un enclave monumental dentro de este relieve típicamente aljíbico.

La naturaleza deleznable del material ha provocado la caída progresiva de su cobertura protectora, perdiéndose parte del habitáculo principal, por lo que apenas cuenta con la conservación del lateral del abrigo y de una amplia pero poco profunda hornacina interior.

El entorno forestal, al igual que el resto del término barreño, se encuentra en un severo proceso de deterioro ecológico a causa del deforestamiento que están sufriendo los monocultivos de alcornocales.

La falta de regeneración de estos alcornocales está motivada por el sobredimensionamiento de la ganadería cinegética y una gestión encaminada no a la conservación sino a la maximización de la producción de corcho.

De esa forma se institucionaliza unas malas praxis silvícolas que además están impidiendo su reconducción hacía unos bosques más diversos y sostenibles, lo que finalmente contribuye a la degradación de las pinturas y del paisaje sacralizado por estas primitivas sociedades.

 

Vista exterior del abrigo del Montaraz.

 

La escena pictórica destaca por el gran tamaño de las figuras conservadas y por la asociación que de forma exclusiva se nos presenta entre motivos astronómicos y faunísticos. La composición sigue una jerarquía vertical: la base formada por dos figuras de tamaño excepcionalmente grande, una cierva de largas orejas y un grueso punto central del que arrancan una serie de trazos radiales que conformarían los rayos y que en su conjunto representa la imagen convencional de un Sol.

Sobre estos dos elementos, una representación más sintética de un cuadrúpedo pectiniforme de tamaño más normalizado al que han añadido en un extremo el rabo y en el otro un motivo radial mal conservado que podría estar representando simultáneamente una cornamenta de ciervo macho y un motivo soliforme. Finalmente la escena se culmina con una cierva de menor tamaño en posición rampante.

 

Composición vertical del abrigo del Montaraz.

 

Desafortunadamente solo podemos aspirar al reconocimiento externo de las formas, por lo que seguimos ignorando el sentido último que estos símbolos y sus combinaciones tenían en las tradiciones de los pueblos que los crearon.

Nos encontramos ante dos símbolos de referencia de la Prehistoria. Por un lado, los motivos astrales cuyo origen está vinculado a la revolución neolítica, período donde estos signos se convierten en uno de los más significativos debido a la influencia que el baile anual del astro solar tenía sobre las cosechas.

Por otro, los ciervos, motivos que han permanecido constantes en el imaginario mítico de las comunidades mediterráneas. Fueron identificados no solo como uno de los pilares de la economía depredadora sino como un símbolo cultural clave para la cosmovisión y los ritmos ambientales de estos pueblos. En definitiva, un mensajero que las culturas primigenias terminaron vinculando con la divinidad solar y que les permitía a través de la codificación de su comportamiento interpretar señales del mundo sobrenatural con los que explicar su mundo cotidiano.

 

Dolmen del Aciscar.

 

Este núcleo rupestre al que pertenece el Montaraz se encuentra a su vez articulado dentro del poblamiento prehistórico que se desarrolló al borde de la laguna y a los pies de los principales hitos topográficos del terreno. Así lo atestiguan los numerosos vestigios rupestres y monumentos prehistóricos que como los propios dólmenes de la laja de Aciscar, del Arraez, de la Canchorrera o del conocido peñón del Tajo de las Figuras siguen este mismo patrón de ocupación con el que legitimaban la ocupación del territorio y facilitaban la explotación efectiva del mismo.

La temprana ocupación humana de un territorio con una marcada personalidad propia, como es la depresión de La Janda y las sierras aljíbicas, ha legado un singular patrimonio gráfico, el Arte Sureño, en un marco de extraordinaria riqueza y belleza natural que debería situar a estas comarcas como un referente de la Prehistoria peninsular y del turismo cultural.

El apoyo institucional, las nuevas tecnologías y la investigación interdisciplinar son las herramientas para contribuir a la socialización de estas formas de expresión milenarias y para recuperar forestalmente los yacimientos para que su protección física garantice no solo la estabilización de los frágiles soportes de arenisca sino la propia supervivencia de nuestras reservas naturales.

(Fotos: Arte Sureño)

 

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