TURISMO / ARTE / Artículo de Simón Blanco Algarín.- En la divisoria entre dos valles tributarios del río Majaceite, principal afluente de la cuenca del Guadalete, y ocupando un lugar privilegiado que permite el control de toda el área circundante destaca una característica formación arenisca que hemos denominado por su forma la Silla del Diablo (*) y que contiene un notable complejo rupestre inédito de cuatro abrigos con pinturas pospaleolíticas.

Debido a la falta de regeneración sistemática que sufre el alcornocal en el Parque Natural de los Alcornocales, el tipo centenario que cubre estas estribaciones y que rodea este accidente geográfico está desapareciendo, dejando paso a pequeños rodales de alcornocales envejecidos y a las primeras etapas de sustitución, donde predomina un estrato arbustivo denso formado por un jaral de Cistus ladanifer y espinares en menor proporción, lo que sumado a la casi total ausencia del estrato arbóreo dificulta la conservación del microclima necesario para evitar el biodeterioro de los frágiles soportes areniscosos que albergan estas manifestaciones prehistóricas.

Vista general del pequeño abrigo de la Silla del Diablo II.

Dos de estos abrigos, situados a nivel del suelo de este relieve típicamente Aljíbico, fueron descubiertos en junio de 2018 por Francisco Díaz y Simón Blanco, miembros de la Asociación para la Protección del Arte Sureño (APAS) y otros dos en julio del mismo año, inaccesibles en la actualidad sin equipo de escalada al situarse a varios metros del suelo y probablemente haber perdido a causa de la erosión parte de las plataformas de acceso.

Además, se daba la circunstancia que ambos abrigos, hoy muy reducidos en tamaño, se encontraban ocupados por buitres por coincidir con la época de cría, por lo que para su aproximación contamos con la inestimable colaboración de Rafael Sánchez Carrión, guarda forestal y experto anillador de aves.

51 abrigos pintados en total
Estos cuatro abrigos inéditos vienen a mejorar el conocimiento de los motivos pictóricos y a ampliar la distribución de los abrigos pintados a lo largo de este novedoso territorio prehistórico, el más septentrional y esquemático de los que conforman el Arte Sureño y que ya alcanza la cifra de 51 abrigos pintados de los 406 del total.

Los citados 51 abrigos son fruto de prospecciones sistemáticas desde 2015 de este gran complejo rupestre ubicado al norte de la depresión del Barbate y la laguna de La Janda, encontrándose separado del resto del Arte Sureño por la línea de cumbres formada por el Aljibe y el Montero, formando un grupo compacto que se encuentra distribuido a lo largo del curso medio del río Majaceite y su red de afluentes, permitiendo la conexión de los conjuntos malagueños y gaditanos a través de la Serranía de Ronda.

Detalle de uno de los paneles del abrigo
de la Silla del Diablo 1.

El trabajo futuro acompañado de la prospección arqueológica del entorno de estos abrigos rupestres permitirá una mejor comprensión de este conjunto tan homogéneo y relacionarlo con las otras agrupaciones que forman el Arte Sureño para acercarnos más a la comprensión global del fenómeno parietal en la provincia de Cádiz.

Territorio muy ocupado en la Prehistoria
El poblamiento social de este territorio densamente ocupado en la Prehistoria reciente y con una gran cantidad de yacimientos pintados representa el paradigma del cambio cultural, no solo no están presentes motivos del Paleolítico Superior sino que tampoco se encuentran representaciones que sigan el canon naturalista que tanto caracteriza al Arte Sureño epipaleolítico y de los momentos iniciales del Neolítico regional, tan comunes en los territorios del Campo de Gibraltar y de La Janda.

Eso sí, aparece de forma exclusiva un sistema esquemático muy homogéneo y de gran longevidad basado en el antropomorfismo y en motivos simbólicos bastante ininteligibles de carácter geométrico-abstracto-esquemático que apunta cronológicamente a un Neolítico avanzado-calcolítico.

La cavidad principal es un tafoni de forma semiesférica que presenta una entrada con orientación este, alcanzado unas dimensiones relativamente amplias para lo que es habitual en esta zona, de unos 3,5 metros de diámetro por apenas un metro de profundidad. Es el más interesante tanto por su fácil acceso al encontrarse a un metro del nivel de suelo como por su considerable tamaño y la gran concentración de motivos conservados. La escasa profundidad de la cueva ha favorecido que no presente síntomas de daños antrópicos por ocupaciones posteriores pero sí por una gran actividad biológica.

Como en otros casos, la conservación de los motivos es muy desigual, encontrándose una parte central muy dañada por la abrasión eólica provocada por el viento de levante y los desprendimientos por su exposición prolongada a la incidencia directa de la luz solar, mientras en los rebordes abovedados del abrigo la conservación es aceptable. El discurso gráfico es poco comprensible pero muy estable y de gran armonía global abundando cuantitativamente las agrupaciones de puntiformes, digitaciones, barras, zigzags, manchas y restos… Todos ellos de coloración roja y ejecutados con trazo simple.

Detalle de las figuras antropomorfas de la Silla del Diablo I.

Únicas representaciones figurativas
En el margen derecho del abrigo habría que destacar, por ser las únicas representaciones figurativas, una hornacina con numerosas formas antropomorfas de gran tamaño pero muy convencionalizadas.

Por encima de este espacio pintado sobresale por su posición hegemónica una figura humana completa con detalle de los pies y engarzado mediante los brazos a un largo zigzag con paralelos temáticos similares en la cercana cueva del Obispo II en Tarifa.

Es interesante advertir una fase más reciente, superpuesta a la anterior, en la parte central de la cueva, la peor conservada por las severas exfoliaciones por lo que contrasta con la excelente conservación de estos agregados posteriores como son los únicos pectiniformes del abrigo en un llamativo rojo oscuro que nos habla de la longevidad de esta simbología abstracta y de la larga ocupación de este enclave por los grupos humanos acantonados en estas sierras.

Anexo a este abrigo hay un minúsculo hueco abovedado, la Silla del Diablo II, que por sus reducidas dimensiones apenas permite asomarse a su interior, muy incómodo de pintar y que debió usarse cuando el abrigo principal ya estaba completamente decorado, por lo que nos encontramos no solo ante el abrigo más pequeño del Arte Sureño sino a una de las cavidades con mayor proporción de pinturas por superficie operativa. Estas circunstancia ha favorecido una buena conservación de las pinturas rupestres pero también la proliferación de nidos de avispas alfareras que las están cubriendo parcialmente.

En este pequeño espacio que comparten las pinturas hay que destacar las distintas gamas cromáticas que van desde el amarillo hasta el rojo castaño, pero estas diferencias no parecen responder a una degradación desigual de los pigmentos al ser un espacio tan reducido sino al empleo intencionado de preparados pictóricos distintos o a retoques posteriores.

Algunos motivos de la Silla del Diablo II con distintas tonalidades de ocres ferruginosos y la proliferación de los nidos de avispas alfareras.

La iconografía vuelve a ser compleja y repetitiva dominando un discurso uniforme de sucesiones de líneas, circuliformes, figuras geométricas y por encima de ellas resalta un antropomorfo de tipología cruciforme con sendas herramientas en cada mano.

Los dos abrigos superiores presentan una conservación muy deficiente por su mayor exposición a las inclemencias climatológicas y la ocupación temporal pero cíclica de los buitres, quedando los motivos pictóricos expuestos a los acción de las aves (aleteos, bacterias, defecaciones…), circunstancia que se traduce en importantes desplacados y la fijación de una pátina blanquecina que cubre la totalidad de los motivos que consisten nuevamente en esta temática iconográfica reducida y muy convencionalizada de agrupaciones de barras verticales y oblicuas, trazos curvos, algunas figuras geométricas resultantes de combinar estos elementos más sencillos y otros restos inidentificables que se encuentran dispersos por la totalidad del abrigo.

Estamos, por tanto, ante un conjunto rupestre con un mensaje codificado, pero de gran unidad estilística que nos sigue estando completamente vetado a fecha de hoy pero que representa uno de los retos culturales más importantes de la Prehistoria reciente peninsular, al igual que el gran desafío pendiente del estudio, la prevención y la conservación del arte rupestre al aire libre, especialmente en estos frágiles contenedores poco cementados formados por las areniscas aljíbicas, soporte recurrente del Arte Sureño.

(Fotos: Arte Sureño)

 

(*) Estas cuevas y el resto de este frente rupestre están localizados en la comarca de la Campiña de Jerez, montes propios y el municipio de San José del Valle. En una estrecha franja serrana que limita al sur con el Campo de Gibraltar y La Janda, al este con la Serranía de Ronda y al norte con Grazalema, pero articulado dentro del gran complejo rupestre del sur de Cádiz.

 

* Los antropomorfos esquemáticos de Bacinete

* Salvemos la singular cueva del Tajo de las Figuras