TURISMO / Vídeo.- Situada al sur de la Península Ibérica en el extremo suroccidental de Andalucía, en la provincia de Cádiz, la comarca de la Sierra de Cádiz-Pueblos Blancos está comunicada con la zona de la Bahía de Cádiz por la A-382, con el Campo de Gibraltar y la Costa del Sol por la A-381 y con Sevilla por la A-371.

Goza de un clima benigno, de veranos calurosos e inviernos no muy fríos; no obstante en la Sierra de Grazalema (Reserva de la Biosfera) se registra un microclima que se caracteriza por su alto índice de pluviosidad, el mayor de España.

Sus pueblos blancos, de urbanismo andalusí y valiosos vestigios arqueológicos, que se encaraman en las laderas de las montañas, son toda una alternativa al turismo bullicioso además de una garantía para el disfrute de la naturaleza. Por ello, es uno de los destinos preferidos por los amantes del turismo rural.

Su amplia oferta de turismo activo, en el marco de sus dos espacios naturales protegidos (Grazalema y Alcornocales), una gastronomía que se nutre de los productos de la tierra y fiestas y tradiciones con carácter propio completan la nómina de los múltiples atractivos de esta zona gaditana.

Encrucijada de culturas
Zona habitada desde la más remota antigüedad, la Sierra de Cádiz posee un valioso patrimonio arqueológico, con restos que abarcan desde el Paleolítico Inferior (unos 250.000 años atrás) a las fortificaciones castellano-granadinas de la Edad Media pasando por importantes asentamientos ibéricos o romanos.

De su poblamiento prehistórico se conservan indicios en las Cuevas de la Manga, en Villaluenga del Rosario, y monumentos megalíticos tan relevantes como el dolmen de Alberite, en Villamartín; el dolmen de El Charcón, de El Gastor; los dólmenes de tomillo, en Alcalá del Valle; y la necrópolis prehistórica de Fuente de Ramos, de Puerto Serrano.

Con el Imperio Romano la zona alcanzó una gran prosperidad, siendo buena muestra de ello los numerosos vestigios que se hallan diseminados por la comarca. Al yacimiento de la Sierra de Aznar, en Arcos de la Frontera, con su impresionante Castellum Aquae y los restos de calzada romana se suman las antiguas ciudades íbero-romanas de Iptuci, en Prado del Rey; Ocuri, en Ubrique, con restos de sus murallas, necrópolis y foro; y Carissa Aurelia, en Espera, con sus impresionantes hipogeos funerarios; así como el importante yacimiento del Cerro de la Botinera, en Algodonales.

La larga presencia islámica en la zona marcará profundamente tanto la fisonomía como la cultura de los pueblos de la Sierra. Aún se pueden contemplar fortalezas (Zahara de la Sierra, Olvera, Setenil de las Bodegas Arcos de la Frontera, Bornos, Ubrique, Villamartín…) y recintos amurallados (Benaocaz, Torre Alháquime…) que fueron testigos de las intensas luchas fronterizas y más tarde reutilizados por los cristianos.

Tras la Reconquista, estos últimos erigirían iglesias, magníficas casas señoriales y edificios civiles, representativos de todos los estilos arquitectónicos. La decena de conjuntos históricos con los que cuenta la comarca dan fe de su riqueza monumental.

Dos apuntes históricos
Los romanos fueron los grandes artífices de la actual configuración territorial de la Sierra de Cádiz, dotando a la zona además de las principales vías de comunicación, que aún hoy en día perduran cerca de poblaciones como Villaluenga del Rosario.

Y en el siglo XIX la miseria de las capas sociales más bajas da nacimiento al fenómeno del bandolerismo en toda Andalucía y la Sierra de Cádiz no sería una excepción. El famoso José María ‘El Tempranillo’, aunque nacido en la provincia de Córdoba, realizó muchas correrías por la zona. Un hijo suyo nació en Torre Alháquime y en El Gastor hay un museo en la casa donde vivía su novia y él pasaba largas temporadas.

(Fuentes: Cádiz Turismo, texto; y Ruralidays, fotos de interior)

 

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