TURISMO / GASTRONOMÍA.- Fueron los fenicios quienes introdujeron el vino y su cultivo en Málaga en el siglo VII a.C. En época romana el cultivo de la vid gozaba ya de un gran arraigo en la zona, lo que se deduce, entre otros vestigios, de las representaciones de uvas halladas en las ruinas de Acinipo, en Ronda.

La actividad no se interrumpió ni aun durante la dominación árabe, en la que estos vinos recibían el nombre de xarab al malaqui. Pero su gran despegue se produjo en el siglo XVII, con la fabricación de los toneles de madera de roble americano. El vino de Málaga llegaba en los siglos XVII, XVIII y XIX a los cinco continentes hasta la irrupción de la filoxera.

En la actualidad la provincia de Málaga cuenta con dos Denominaciones de Origen: Málaga y Sierras de Málaga. Y otra más específica para un producto tan característico como la Uva Pasa de Málaga. La zona de producción de vinos de la D.O. Málaga la componen 67 municipios ubicados en las comarcas de la Axarquía, los Montes de Málaga, Norte de Málaga, Manilva y Serranía de Ronda, cada una con una orografía, clima y suelos diferenciados.

Foto: Susana Villaverde.

Por su parte, la D.O. Sierras de Málaga abarca toda la provincia, que se distribuye en siete unidades geográficas menores: Axarquía, Costa Occidental, Manilva, Montes de Málaga, Norte de Málaga, Serranía de Ronda y Sierra de las Nieves.

Vinos fortificados en la D.O. Málaga
Los vinos de la Denominación de Origen Málaga se elaboran principalmente con las variedades blancas Pedro Ximénez (llamada Pero Ximén en la zona) y Moscatel.

La zona produce vinos tranquilos, que pueden ser dulces (procedentes de uva sobremadurada o de uvas pasificadas) o secos así como vinos de licor a los que durante la fermentación del mosto se les añade alcohol vínico para detenerla. Pueden ser secos, semisecos, semidulces o dulces.

El clima propio de la zona, suave en invierno, con verano seco, pocos días de precipitaciones y numerosas horas de insolación, determina su elevado potencial para la maduración y sobremaduración de la uva.

El asoleo es una práctica ancestral de sobremaduración de las uvas por exposición directa al Sol de los racimos tendidos al aire libre que, dadas las condiciones naturales del entorno, propicia una deshidratación parcial, manteniendo en todo caso la integridad de las bayas, que sobremaduran sin pudrirse. El asoleo es más largo o más corto según la riqueza de azúcares que se quiera obtener.

Foto: Beatriz Moreno.

Los vinos de la D.O. Málaga se elaboran mediante una crianza oxidativa y en algunos casos se les añade arrope (mosto de vino reducido con calor directo para aumentar la concentración de azúcares). Todo este proceso les confiere un color que va del dorado o ámbar al negro.

Según su envejecimiento pueden ser pálidos (hasta 6 meses en barrica), nobles (de 2 a 3 años), añejos (de 3 a 5 años) y trasañejos (más de 5 años). Y, según su dulzor, pueden ser dry (secos), naturalmente dulce, dulce natural, tierno, maestro o cream, pale cream y sweet (dulces).

Además, son característicos los vinos denominados lágrima (elaborado a partir de mosto sin presión mecánica) y pajarete (vino de licor o vino dulce natural sin adición de arrope y sometido a envejecimiento), que es otra forma de referirse a los caldos malagueños.

Vino de las Sierras de Málaga
Los vinos amparados por la D.O. Sierras de Málaga son vinos tranquilos (blancos, rosados, tintos y tintos dulces) producidos en cualquier punto de la provincia, elaborados con una amplia variedad de uvas, entre las que destacan las blancas Pero Ximén, Moscatel de Alejandría, Moscatel Morisco o de grano menudo, Chardonnay, Macabeo, Sauvignon Blanc, Gewürztraminer, Riesling, Verdejo, Viognier, Malvasía Aromática o Jaén Blanco; y las tintas Romé, Cabernet Sauvignon, Merlot, Shyrah, Tempranillo, Garnacha, Cabernet Franc, Pinot Noir, Malbec, Monastrell o Tintilla de Rota, entre otras.

Foto: Lorenzo Carnero.

Según su envejecimiento pueden ser crianza (2 años y con 6 meses en barrica), reserva (3 años y 12 meses en barrica), gran reserva (5 años y 24 meses en barrica) y gran reserva de blancos y rosados (5 años con 6 meses en barrica de roble).

Los blancos presentan colores que van del amarillo pálido al oro viejo y resultan intensos y frutales. Los rosados, de color piel de cebolla a tonos rubíes, además de frutales son florales, con cierta astringencia. Y los tintos, violáceos a teja, son también frutales, intensos, densos, con acidez y astringencia perceptible.

Los vinos tintos de uvas sobremaduradas presentan una gama de colores que van del violáceo hasta el cereza oscuro tienen una mayor graduación alcohólica, fruto de la mayor concentración de azúcar, lo que obviamente también se traduce en el característico sabor dulce de estos vinos.

(Texto: Junta; Foto de apertura: Beatriz Moreno)

 

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