TURISMO / GASTRONOMÍA.- Fueron los griegos quienes iniciaron el cultivo de la vid en la zona en torno a los siglos VII o VI a.C. En época romana este cultivo estaba bien asentado, como lo demuestran algunos restos arqueológicos hallados con escenas de vendimia y otras relacionadas con Baco.

Estos vinos alcanzaron un gran prestigio en toda la Península Ibérica durante la Edad Moderna, aunque no sería hasta el siglo XVIII cuando comienzan a exportarse.

Sin embargo, durante doscientos años la fama de estos vinos generosos no logró sobreponerse a la alargada sombra del jerez, que contaba con una red comercial mucho más ágil y organizada. La D.O. Montilla-Moriles fue establecida en 1944 y a partir de entonces el vino de Montilla-Moriles vivió una segunda juventud.

La provincia de Córdoba cuenta con una Denominación de Origen (la D.O. Montilla-Moriles) y dos Indicaciones Geográficas Protegidas (la IGP Vino de la Tierra de Córdoba y la IGP Vino de la Tierra de Villaviciosa de Córdoba).

Origen del vino cordobés actual
El origen del actual vino cordobés se remonta al siglo XVII, cuando se extiende la crianza por el sistema de criaderas y soleras y se deja de lado el sistema de añadas.

La D.O. Montilla-Moriles engloba los viñedos de los municipios de Montilla, Moriles, Montalbán, Puente Genil, Monturque, Nueva Carteya y Doña Mencía y parte de los de Montemayor, Fernán Núñez, La Rambla, Santaella, Aguilar de la Frontera, Lucena, Cabra, Baena, Castro del Río y Espejo.

Los viñedos de las zonas más altas (Sierra de Montilla y Moriles Alto), los de mayor calidad, están asentados en suelos calcáreos y suponen poco más de 2.000 hectáreas.

La crianza de los vinos de Montilla-Moriles sigue, como los productos de Jerez, dos líneas diferenciadas: la crianza biológica (fino, amontillado y palo cortado), bajo velo de flor, y la crianza oxidativa (olorosos y vinos de licor dulce, como Pedro Ximénez, Moscatel, cream y pale cream), en la que la ausencia de velo pone en contacto directamente el vino con el aire.

La uva más característica de la D.O. Montilla-Moriles es la Pedro Ximénez, que produce un vino de postre muy dulce y muy oscuro, tras un proceso de pasificación de la uva, y la mayor parte de la cual se cultiva en España en esta zona.

Además del vino generoso, Montilla-Moriles también produce vinos blancos, jóvenes y envejecidos con uvas de las variedades Airén, Baladí-Verdejo, Moscatel de grano menudo, Moscatel de Alejandría, Pedro Ximénez, Torrontés, Chardonnay, Sauvignon Blanc y Macabeo, que resultan brillantes, con aromas frutales y florales los jóvenes y no envejecidos, y con los toques de levadura o frutos secos propios de la crianza los blancos envejecidos. Los hay secos, semi secos, semidulces y dulces, según el grado de edulcoración.

Vino de la Tierra
En la provincia de Córdoba, incluido el Montilla-Moriles, se produce vino con certificación de calidad en las Indicaciones Geográficas Protegidas de Córdoba, que abarca todos los municipios de la provincia; y de Villaviciosa de Córdoba, que alcanza a los municipios de Villaviciosa de Córdoba y Espiel.

La IGP Vino de la Tierra de Córdoba produce tintos jóvenes y envejecidos así como rosados a partir de las variedades Cabernet Sauvignon, Merlot, Syrah, Tempranillo, Pinot Noir y Tintilla de Rota.

Los rosados, de color rosa pálido a ligeramente anaranjado, son frescos con toques afrutados y gusto suave, armónico y característico. Los tintos jóvenes presentan colores del cardenalicio a rojizo rubí, aroma fresco con toques afrutados y gusto suave. Los envejecidos, de rojo potente a teja suave, tienen aroma potente, amplio y muy equilibrado y gusto profundo, amplio y persistente.

Por su parte, los vinos de la IGP Vino de la Tierra de Villaviciosa de Córdoba son todos blancos, jóvenes o envejecidos, bien en madera bajo velo de flor o bien con envejecimiento oxidativo, y también dulces. Las variedades de uva autorizadas para estos vinos son Baladí Verdejo, Calagraño, Jaén Blanco, Moscatel de Alejandría, Palomino Fino, Palomino, Pedro Ximénez, Airén, Torrontés y Verdejo.

Los vinos envejecidos bajo velo de flor presentan un color amarillo pálido (un año de envejecimiento), con aroma potente y equilibrado, y en boca son secos, ligeramente ácidos y profundos. Si tiene más de dos años el color se vuelve pajizo con reflejos dorados, su aroma se hace delicado y ligeramente punzante y en boca se vuelve seco con acidez moderada y persistente.

Los envejecidos mediante crianza oxidativa son de color caoba, de aroma intenso, limpio y muy aromático, y con un gusto que resulta seco, con fondo a madera y frutos secos.

Los blancos jóvenes son de color amarillo pálido, brillante con matices verdosos, aroma sutil, propio de la variedad, y gusto afrutado y ligeramente ácido. Los dulces son de color caoba, intensos con fondo de pasas y frutos secos y gusto profundo y afrutado.

(Texto: Junta; Fotos: Miguel Lara)

 

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