La carrerita de Medellín

Por: Ricardo Coarasa (texto y fotos)
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Con las primeras luces del alba, cada Domingo de Resurrección la localidad extremeña de Medellín (Badajoz) vive con expectación el encuentro de la Virgen María con su Hijo resucitado. No es una procesión más de las muchas que tienen lugar en la Semana Santa española. No al menos como uno podría imaginársela, con el tiempo detenido y la solemnidad propia de los cofrades. La Virgen se dirige hacia la imagen de Jesús a toda prisa, con el alborozo propio de quien se reencuentra con su hijo tres días después de su muerte. Es la popular «Carrerita» de Medellín, una tradición que volverá a repetirse el próximo domingo en la villa que vio nacer a Hernán Cortés.

Hay que madrugar para asistir a ese emotivo encuentro. Son las siete y media de la mañana cuando voy al encuentro de «La Carrerita». Todavía falta más de media hora y, desde el Hostal Río, a un paso del bello puente de los Austrias, camino hacia la plaza de Hernán Cortés, donde se alza la estatua del conquistador de México, bajo un cielo de nubes sonrosadas que sobrevuela de vez en cuando alguna cigüeña.

Se escucha una sinfonía maravillosa: el alborotado piar de decenas de pájaros que hoy quieren estar a la altura

Camino de la cita más esperada del año, el paso de la Virgen de la Aurora discurre, seguido por un puñado de fieles, por un lateral de la plaza. Se escucha una sinfonía maravillosa: el alborotado piar de decenas de pájaros, conscientes quizá de que también ellos tienen que estar hoy a la altura.

Sin más tiempo que perder, me dirijo hacia la plaza de España, a espaldas del Ayuntamiento, donde cada año se produce el encuentro. Se respira expectación entre los metelinenses que han madrugado, un año más, para vivir su fe, o sus tradiciones, con la fidelidad que lo hicieron sus padres y los padres de sus padres. Una churrería ambulante es ahora mismo el lugar más concurrido junto a los escasos bares de la zona, donde los parroquianos buscan refugio para sobrellevar el frescor de la mañana.

El Cristo Resucitado es el primero en llegar y el paso, encabezado por el párroco, se detiene en el centro de la plaza

El Cristo Resucitado es el primero en llegar y el paso, encabezado por el párroco, se detiene en el centro de la plaza (en realidad poco más que el ensanchamiento de la calle Méjico y un recodo con palmeras), rodeado de personas que lo arropan.

Cuando el paso de la Virgen, con su bonito manto blanco de flores bordadas, asoma por la cuesta de la calle Colombia, la expectación y la emoción contenida se pueden oler con la misma facilidad que los churros. Todavía se queda parada unos segundos, a la vista ya de su hijo 50 metros más abajo, antes de emprender una vertiginosa carrera que, entre vítores y exclamaciones, parece a punto de descomponer el paso en cualquier momento.

Cuando el paso de la Virgen asoma por la cuesta, la expectación y la emoción contenida se pueden oler con la misma facilidad que los churros

Finalmente  se produce el esperado encuentro. Madre e Hijo frente a frente. Las emociones se disparan y suena un estruendo de petardos. Se escuchan vivas al Cristo Resucitado. Desde una azotea lanzan ráfagas de serpentinas de colores sobre la Virgen y Jesús, llenando el cielo del amanecer de guirnaldas y aplausos de júbilo.

Pasados unos minutos, la Virgen se retira marcha atrás. En unos minutos empieza la misa del Domingo de Resurrección en la iglesia de Santa Cecilia, hacia donde se dirigen los pasos más fervorosos. Otros muchos, sin embargo, prefieren la compañía de la barra del bar, ya en ebullición de desayunos.

Suena un estruendo de petardos, se escuchan vivas al Cristo Resucitado y desde una azotea lanzan ráfagas de serpentinas

La tradición dirige ahora los pasos de todo el mundo, de este pequeño y entrañable mundo, hacia el campo, donde hay que «comer las bollas», el dulce típico de Semana Santa relleno de almendras, cabello de ángel y hasta dulce de tomate y chorizo, las tradicionales perrunillas, hornazos y pavitas preparados artesanalmente.

Medellín vive el día grande de su Semana Santa,como tantos otros pueblos de España, con esa mezcla de fervor y tradición que ha perdurado en el tiempo pero, en su caso, al sprint. Porque la Resurrección de un hijo bien vale una «Carrerita».

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