El Chaco paraguayo, de menonitas y ayoreos

Por: Enrique Vaquerizo (texto y fotos)
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Salieron de ahí dentro en hileras, casi desnudos, muchos parecían enfermos…aparecieron un día  de repente en la puerta del supermercado mientras hacíamos la compra. Pero ahí dentro no hay nadie, no hay nada…

Marilyn dice que se siente paraguaya; podría haberme dicho alemana o rusa-europea, o simplemente menonita, pero dice paraguaya, lo dice con un acento que podría ser de Hamburgo y arrastrando mucho la eyeeeeeeeeee mientras se pasea entre las tumbas de sus bisabuelos. Ellos también se levantaron un día siendo rusos o alemanes y poco después se murieron paraguayos, cosas que pasan en El Chaco.

El Chaco paraguayo, 200.000 km2 de no se sabe muy bien qué, primero bosque ralo, después polvo y matorrales y luego más polvo y chumberas. Horas más tarde el autobús te deja sacudiéndote la ropa en la avenida principal de Filadelfia. Las calles aquí son una sucesión de casitas bajas por las que rugen los todoterrenos, la vida trascurre  entre tiendas de maquinaria agrícola y semillas, tractores relucientes, conversaciones sobre la lluvia improbable e indígenas que bostezan en los portales. También hay un museo, dos iglesias, carteles traducidos al alemán y miles de ojos azules.

«En El Chaco no hay nada, sólo indios y hormigas” les dijeron.

Los primeros menonitas llegaron al Chaco en 1927, de origen alemán muchos de ellos eran refugiados de la Unión Soviética comunista, dedicados a la enseñanza religiosa y protegidos por el Zar, tras la revolución fueron deportados a campos de trabajo en Siberia. Decidieron probar suerte en Paraguay y al hacer una oferta al Gobierno por aquellos lotes de tierra reseca fueron recibidos entre la incredulidad y la burla. “Hagan lo que quieran, pero en El Chaco no hay nada, sólo indios y hormigas” les dijeron.

No pareció importarles, llegaron a centenares y fundaron  colonias; Loma Plata, Filadelfia, Neuland…Hoy esas colonias se han convertido en ciudades que se  autoadministran como municipios independientes, están prohibidos los locales de fiesta, el exceso de alcohol y descuidar los jardines,  lo importante aquí es la vida religiosa y sobre todo los negocios. 15.000 menonitas que se aplican en faenar 360.000  vacunos  que producen más de 110 millones de litros de leche al año. La superficie cultivada de maní, sorgo, sésamo, algodón y tártago alcanza unos 25.000 a 30.000 hectáreas y aumenta cada vez más. Sus colonias son una inyección de vitalidad económica para un país  muy necesitado de ella y aunque muchos de los habitantes de Filadelfia son incapaces de pronunciar una sola palabra en español, en estos momentos hay dos menonitas como ministros del Gobierno. En la puerta del  museo de la ciudad hay un cartel que resume su filosofía; unidad, fe y trabajo.

Marilyn  tuvo 5 hijos en 5 años, uno detrás de otro, casi todos estudian en Argentina aunque espera que regresen algún día y con suerte se conviertan en ingenieros agrónomos o granjeros. Ellos son bastante permisivos, nada de ropas del siglo pasado ni de prohibir la tecnología. No hay nada malo en la modernidad, al contrario. Los menonitas de las noticias que llegan a Europa están más al sur, por Concepción, a veces tienen tratos con ellos en las reuniones religiosas, son bastante peculiares y de vez en cuando  montan algún escándalo. El año pasado detuvieron a un grupo de ellos que  se dedicaba a sedar a las mujeres para violarlas, “supongo que para ellos debo ser una hereje” ríe mientras se sacude de polvo los vaqueros. Sus bisabuelos murieron de una epidemia de viruela, los comienzos fueron muy duros, No había agua, apenas había nada, cuando  llegamos aquí sólo estaban ellos. ¿Quiero que vayamos a verlos?

Sus bisabuelos murieron de una epidemia de viruela

Dejamos atrás el cementerio y nos internamos en un carril de tierra, a los lados hay interminables extensiones de pasto y parches de maleza diseminados aquí y allá. El Chaco es la región más deforestada del planeta, cada año desaparecen 200.000 hectáreas, un pozo sin fondo del que extraer árboles raquíticos e ir desgajando a mordiscos más zonas de  pasto para ganado. La masa forestal se ha visto casi reducida al parque Nacional  Defensores del Gran Chaco, un bosque espinoso e impenetrable lleno de serpientes e insectos donde las temperaturas superan muchos días los 50º, y que se deshilacha día a día mientras se llenan las tazas del desayuno de todo el país.

El poblado está en el límite de la ciudad detrás de las cuidadas urbanizaciones, un conjunto de chabolas hechas a base de tiendas de campaña viejas,  trozos de tela y bidones, al  lado un campo de fútbol en el que los niños juegan descalzos. Los adultos miran el partido en sillas de plástico rotas. Algunos se levantan a recibirnos, se mueven lentamente y con desconfianza, casi todos parecen drogados. El más sucio de todos  se adelanta y balbucea unas palabras dirigidas a Marilyn, quiere saber si puede ofrecerle trabajo. Ella parece conocerlo e intercambian unas palabras en guaraní.

Organizó autenticas cacerías humanas para sacarlos del bosque y evangelizarlos

No se sabe con seguridad cuántos ayoreos quedan  aún en el bosque, la mayoría ha salido ya, los primeros en los cincuenta cuando los menonitas talaron algunas de sus tierras. Siguieron nuevas oleadas en los ochenta y la última en el 2004,  los habitantes de estas chabolas. Al llegar los menonitas muchos de ellos huyeron a la espesura. La Misión Nuevas Tribus  un grupo fundamentalista norteamericano, organizó autenticas cacerías humanas para sacarlos del bosque y evangelizarlos.

¿Cuántos quedan dentro? ¿Dos familias aún?

Responde un anciano cubierto de  harapos con una enorme mancha roja de nacimiento en la cara y una gorra del Bayern de Munich. Salió hace quince años y aún recuerda su vida anterior:

-“Más, muchos más, aunque la mayoría están enfermos. Los chamanes les  prohibieron comer carne de venado y ahora sólo se alimentan de miel, también de algún oso hormiguero, son lentos y fáciles de atrapar dice”  mientras se frota sonriente la barriga.

Hace unos años, aconsejados por los misioneros, un grupo de ayoreos entró a buscar a las familias que quedaban para obligarlas a salir,  ni siquiera pudieron hablar, fueron recibidos a flechazos y los que regresaron vivos se trajeron de recuerdo heridas de bastante consideración. El hombre nos muestra una larga cicatriz que le recorre el brazo. Muchos de ellos son sus propios familiares, hermanos, padres, tíos… les gustaría encontrarlos antes que las excavadoras o los madereros, nadie sabe con seguridad lo que pasa realmente ahí dentro.

Fueron recibidos a flechazos y los que regresaron vivos se trajeron de recuerdo heridas

Marilyn señala a lo lejos una ancana encorvada de pelo blanquísimo y ojos rasgados y pregunta si es la esposa de Hakeneten, el hombre asiente y ambos sonríen.

Nos despedimos cortésmente antes de marchamos seguidos por un par de jóvenes que parecen tener síndrome de abstinencia, las pupilas enrojecidas se encienden  mientras preguntas si tenemos trabajo para ellos una y otra vez. Marilyn me cuenta que la señora que acabamos de ver es una esposa del antiguo jefe  ya fallecido, su segunda esposa. Los misioneros les prohibieron la bigamia y el jefe creyó que debía escoger, como esta era su preferida optó por matar a la primera.

“Nosotros tenemos varias asociaciones para ayudar a los ayoreos  a integrarse y los que lo hacen trabajan bien pero en cuanto ganan algo de dinero corren a gastárselo en alcohol o montan  prostíbulos. Son muy buenos en eso, montan un prostíbulo en cualquier lado”.

Montan un prostíbulo en cualquier lado

Regresamos en silencio por la carretera desierta, el calor no da tregua  y el vapor de  la calima alimenta la ilusión de fundir el horizonte con el cielo, un cielo que en Paraguay está lleno de nubes enormes y quietas como vacas de peluche y tan bajo que parece posible subirse a una escalera para escoger la que prefieras. Tan cerca y tan  lejos al mismo tiempo.

-El chico ese que nos pedía trabajo antes…me acuerdo bien, era uno de los que llegaron al supermercado aquel día al salir del bosque. Apenas un niño, andaba como un pato con las piernas hacia dentro, fue dándose golpes, en todos los cristales, caía y probaba otra vez, así  hasta que encontró la puerta abierta, unos días después todos enfermaron. Realmente no creo que ahí dentro quede nadie ya, lo más probable es que estén todos muertos.  Ahí dentro no hay nada. y no se puede vivir de la nada, ni siquiera en El Chaco.

 

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Comentarios (1)

  • Isabel

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    Como siempre muy interesante , los relatos de tierras y gentes desconocidas .
    Continúa deleitándonos con más historias….

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